con tu nombre, en mis labios, encendido;
con miedo en la sien por si te he perdido
y en la piel, por ti, mi ansia temprana.
Hoy mi cuerpo solitario en desvelo
reclama el calor de tu añorada piel,
a la que el tacto de la mía fue fiel
aunque nunca la acaricié y tanto anhele.
Oír tu voz sanó mi desencanto
siendo olvido de lo que me apenaba,
es olvidar por qué no respiraba,
es ahuyentar de mi alma el espanto.
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